El domingo la leyenda thrash metal SLAYER se despide del público argentino en el Luna Park - THE OFFSPRING y BAD RELIGION desafían la Macrisis y hacen un show a duo en el LUNA PARK el viernes 25 de Octubre - El sábado 12 de octubre los inoxidables IRON MAIDEN volverán a Velez - El show de BLACK FLAG finalmente fue reprogramado para el sábado 7 de Marzo de 2020 - THE HELLACOPTERS llegará al Teatro Flores el viernes 13 de Marzo de 2020 contacto
JULIETA RIMOLDI Y LAS BUENAS SEMILLAS
13/04/2008 - Noavestruz

Por: Norman Flores - norman@recis.com.ar

La noche del domingo era una típica nochecita otoñal: frío, viento seco y ganas de sentir la paz más sincera. Los caminos de las bufandas, los pañuelitos descartables y la ropa abultada nos llevaban a Palermo para la presentación de un disco llamado Tierra. Hace dos años, de una de las presentaciones del Ciclo Nuevo! había vuelto enamorado, con el corazón contento y las imágenes del sur en la retina; esa noche había conocido una voz y unos músicos hermosos: JULIETA RIMOLDI Y LAS BUENAS SEMILLAS. Desde ese momento había querido escuchar, conocer y sentir más sobre ellos, quería tener el disco en mis manos, pero todavía no existía. Pasó el tiempo y la espera nos deparó en NoAvestruz, donde el disco diría presente oficialmente.

En la entrada un pequeño folleto del programa de la noche y un sobre con semillas eran entregados a medida que la gente entraba. Cerca de las nueve Julieta Rimoldi se dirigió hacia el escenario en busca de su guitarra; detrás de ella, Pablo Romagnoli tomaría lugar junto a la flauta traversa para dar inicio con “Seré Animal”. Esta vez no había imágenes proyectadas detrás como aquella primera vez, por lo cual me cuestionaba si iba a volver a salir con imágenes en mis ojos, si me iba a poder desconectar del lugar sintiendo el viaje sobre ríos y montañas.

Y ya no me importa morir, con la voz del viento sabré ir como un gran golpe en seco contra mi pecho, para verme obligado a anotarlo una vez que los primeros aplausos comenzaran a escucharse. Ahora los que se dirigían al escenario eran los restantes Buenas Semillas. Previos pequeños arreglos de afinación, “Las Mil Maravillas” nos adentró por completo a la presentación del disco. “Contrafrente” con un hermoso intercambio entre la voz de Julieta y las cuerdas, me hizo acordar de aquel amor a primera vista, o mejor dicho, a primera escuchada que sentí por sus canciones. Su voz comenzaba a recorrer ese camino frío sobre la espalda en “Sale El Sol”, como si se materializara y se volviera una mano suave, con dedos casi invisibles provocándonos esos primeros escalofríos lindos que tanto disfrutamos, donde se nos pone la piel de gallina abriendo por completo nuestras almas. La seguidilla de temas preciosos siguió con “La Luna” donde no sólo la voz nos acariciaba, también lo hacían los instrumentos en esa forma que nos invitaba a movernos hipnóticamente. Sonrientes, las sonrisas se empezaban a visualizar.

Seguía habiendo afinaciones, mientras Julieta hablaba del clima y de la madera de su guitarra. Agradecimientos a quienes ayudaron en el disco, como a Manza que estaba en Córdoba y a Martín Laurnagaray quien supo formar parte de las Buenas Semillas y ahora era el invitado para tocar “Danzarina” en el violoncello. Tema que ella dedicó a una amiga (creo que se llamaba Paula) ya que rememoraba una noche que habían ido a bailar juntas: somos invisibles esta noche, nadie nos ve por dentro, corriendo la sangre el cuerpo se sonríe y se despegan los pies con el viento.


Luego de la participación de Martín, siguió “Los Caminos” donde otra vez la voz de Julieta volvía a brillar por su presencia, dejando perplejos nuestros oídos. Si hay que hablar de momentos lindos, preciosos, maravillosos y todo adjetivo calificativo bonito que se le pueda poner, es el momento en que “Río” se resguarda dentro de nuestros oídos. Es el tema que acaricia en su completa superficialidad al cuerpo, en la paz más perfecta al alma, que agrandan nuestras sonrisas hasta romper los labios; sonrisas que logran compartir lugar junto a la suya cuando canta inmensamente sonriente: juego con lo que sufro, me río de mí y de todos.

La sonrisa sin deformarse se extiende tres canciones más. En “Tierra” y “Milonga Para Despedirse” son presentados las Buenas Semillas, cada uno se pierde en su instrumento mientras bailan sus dedos junto a nuestros cuerpos: como ya bien fue mencionado al principio Pablo Romagnoli en vientos junto a Paloma Schachmann, en cuerdas Pablo Carreras, Paula Leiva y Marcelo Canevari, en el acordeón Laura Ventemiglia y en percusión David Fernández.

Con “Refugio” dieron por finalizada la primer parte, que constó de la presentación del disco, y a la vez de un tiempo que según las agujas del reloj era corto desde su comienzo, pero según los sentidos más que suficiente. Varios minutos, varios largos minutos en donde la gente se iba al baño o a fumar y yo volvía a la realidad, cometiendo inconscientemente el asqueroso crimen de volver a la tecnología de bolsillo para mandar algún que otro mensaje – inconscientemente adrede, tal vez para no perderme en ese mundo mágico sureño que ya estaba imaginando, sabiendo que a la salida las calles palermitanas no serían ríos, ni las baldosas barro.

Volvieron para despacharse con un par de temas nuevos, como “Sueños”. Para cerrar no sabían que tema hacer; pedidos de canciones, Julieta sonriente diciendo que es una buena forma de tocar (la de tocar a pedido) pero no podían tocar un tema que pedían, ya que necesitaban las partituras que no tenían ahí. Pablo Carreras propone hacer otra vez “Tierra” pero improvisado y realmente no me di cuenta cuánto de improvisación y diferencia tenía a la versión anterior ya que estaba completamente alegre y feliz.


Saludan hasta la próxima fecha, que será éste Domingo 20, y todo vuelve a la normalidad. Se apagan los sonidos y Palermo es Palermo, las calles con autos sin ríos, el barro inexistente se compara a los charquitos de las baldosas con agua sucia, y un 41 que por suerte tardaba en llegar. Tenía tiempo de pararme a esperar, disfrutando un poco del frío que se escabullía dentro de la capucha, congelando mis oídos, creando pequeñas imágenes de un sur presente cuando cerraba mis ojos, sintiendo las semillas sueltas en los bolsillos. Una sonrisa imposible de apagar, mientras las sombras de la música anteriormente escuchada se hacía presente, en forma de eco, en forma de caricias todavía palpables.